Lo primero que sentí por la mañana cuando me desperté fue un terrible dolor de la cabeza. No recuerdo cuándo fue la última vez que me bebí tanto, pero resultó que lo necesitaba. Este dolor no es nada en comparación con lo que siento adentro de todos modos.
Necesito la ducha y el café – suspiré – Lo último que recuerdo es el momento cuando Rebe me había puesto en la cama. Tampoco me sorprendí de que tenía casi 40 llamadas perdidas, cerca de mi teléfono había una nota.
Escribí a tu abuela que no se preocupara y cuando estuvieras lista, le llamarías. Llámame cuando te despiertes. Rebe xx
– ¿Cómo te sientes? – me preguntó.
– Como si alguien me hubiera atropellaado, pero la verdad es que me lo merezco. – le respondí.
– ¿Ya sabes que vas a hacer?
– Creo que lo que todo el mundo me aconsejó. Voy a hablar con él, no tengo otra opción, o sea, siempre puedo llamar a la abuela, pero no es lo mismo. – decidí. – ¿Tienes alguna idea de cómo podría conseguir su número? No quiero hablar en la universidad, pero tampoco quiero quedarme sola con él.
– No, pero conozco a alguien que sabrá ayudarte. Nicolás tiene conexiones, ¿estás de acuerdo?
– Sí, puede ser, somos amigos ahora.
***
Los días pasaron muy rápido. Intentaba fingir que todo estaba bien conmigo, pero, por dentro, sufría mucho. Además, hablé con mi abuela, le pedí que no me llamara y que me dejara en paz, porque quería al principio hablar con mi padre. Ella respetó mi decisión. Hace dos días obtuve el número de Gómez, le escribí que estaba lista para hablar y quería encontrarme con él. No tuve que esperar mucho para su respuesta, supuse que él aceptaría todo lo que le pediría.
Gómez, o, más bien, debería llamarle mi padre, ya estaba sentado. Desde lejos vi que el hombre estaba super estresado, miraba por la ventana bebiendo café. Cuando me notó, se levantó y me saludó.
– Gracias por permitirme explicártelo – dijo. – Eso significa mucho para mí.
– Solo quiero saber todo, sin mentiras. ¿Me lo puedes prometer? – le dije con certeza.
Me asintió y empezó a contar.
– Conocí a tu madre cuando teníamos veinte años. Cuando la vi, me enamoré de primera vista. En aquel momento pasé el tiempo en España, ella obtuvo la beca allá y yo también realizaba la subvención. Pasamos el año entero juntos, pero se acercaba la fecha de mi vuelta a Argentina. Era difícil mantener la relación a distancia, ninguno de nosotros quiso hacerlo, era demasiado complicado. Tres meses después, ella me avisó que estaba esperando un hijo. No pude dejar mi vida aquí, ella tampoco quería cambiar la suya en Polonia.
– Entonces, ¿por qué no me contó nada de ti? Siempre ocultó la verdad.
– Porque estaba comprometida en Argentina. Cuando tu madre se enteró de eso, se enfadó tanto que no quería hablar conmigo más. Incluso no quería que estuviera presente en tu vida, le mentí y eso fue mi castigo. – cometí el error más grande de mi vida y lo arrepiento hasta hoy. – añadió. Ni siquiera sabes cómo querría cambiar el pasado.
– Entonces, ¿cómo sabías de mí? O sea, ¿cómo parezco?
– Pues, cuando cumpliste un año, tu madre cambió de opinión, dejó que formara parte de tu vida, pero no quería que me comunicara contigo. Me enviaba tus fotos, contaba de ti, sobre tus aficiones, gustos, sobre tu vida. Te conseguí los mejores profesores de español, para que algún día pudieramos hablar. ¿Este piso donde ahora vives? Es mío y algún día será tuyo. – dijo. – Mira, tu mamá se sintió herida después de lo que le hiciera. Lo entiendo, y durante mucho tiempo me odiaba por eso. Había pasado mucho tiempo antes de que me perdonara y quisiera hablar conmigo. Ahora, mis sueños se han cumplido porque estás sentado enfrente de mí y podemos hablar, o, por lo menos, puedo explicarte todo y pedirte perdón. Pero tú decides si quieres que me quede en tu vida. Aceptaré todo lo que me digas.
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